miércoles, 18 de septiembre de 2013

Política o discursos de emociones versus política o discrusos del relato


Para los que nos gusta la comunicación política, hemos podido disfrutar de un par de meses frenéticos en Andalucía. Arrancamos con un proceso de primarias para nombrar al futuro candidato del PSOE a ser president@ de la Junta, en principio para la siguiente legislatura, y sesenta días después ya tenemos nueva jefa del ejecutivo. En las últimas tres semanas hemos asistido a tres discursos importantes de la actual presidenta, primero ante el comité director del partido, luego en sesión parlamentaria, y por último la toma de posesión el pasado sábado.

Dentro de la comunicación política son dos las principales ramas o vertientes que se encuentran enfrentadas. Por un lado tenemos a los que, como el asesor político del Partido Demócrata norteamericano Stanley Greenberg, defienden que el relato y la narración es la llave de todo o, dicho de otra forma, el que cuente mejor la historia, gana. Y por otro lado encontramos a quienes, como Michael Tomasky, defienden más un uso emocional del lenguaje.

Diversos estudios relacionan los estilos cognitivos con las visiones políticas. De este modo, mientras los progresistas se muestran más tolerantes con la ambigüedad y la complejidad, los conservadores tienden a buscar la coherencia y el orden. La diferencia entre una y otra teoría no es una mera confrontación de impresiones. En función de qué estrategia se decida llevar a cabo, eso implicaría una forma diferente de actuar en cualquier partido político. Si la estrategia fuese primar la narración, el partido ha de centrarse en el candidato, mientras que si un grupo político se decantase por el uso emocional del mensaje, tendría que volcar toda su estrategia en los receptores del mensaje.

Históricamente la diferencia entre izquierda/derecha, progresistas/conservadores o entrepolíticos/tecnócratas ha estado, entre otros aspectos, en modelos de comunicación. Con la actual situación económica y social, el relato es la muerte, no sólo de la comunicación política, sino que puede ser la muerte definitiva del interés político de los votantes. Frente al relato han de estar los proyectos. Comparto la reflexión de Javier Redondo que frente al pedagogo político se sitúa el seductor mediático basado en la química, en el feeling. El desprestigio de la política es tal que los ciudadanos se han convertido en seres inmunes a la elocuencia, por lo tanto desprecian los relatos, y más aún esos discursos llenos de referencias históricas a un pasado mal gestionado que nos ha llevado a esta situación.

Se necesita una nueva gobernabilidad democrática y progresista. La mayoría de los habitantes piensan que estamos en una nación que va camino del suicidio por culpa de una clase dirigente que no es capaz de escuchar las necesidades de sus representados. Estamos en un periodo donde no vale la narración, los líderes han de escuchar primero, si quieren volver a ser escuchados. Porque vivimos en una coyuntura en la que la ciudadanía tiene más incertidumbres que certezas, ya no sobre su futuro, sino incluso sobre su presente, y lo que necesita, más que adoctrinamiento, es conversar. En resumen, hablar y ser escuchado, al tiempo que necesitan oír de sus dirigentes palabras que generen estímulos sensoriales que puedan hacer cambiar el actual estado de ánimo; tender puentes emocionales y sensoriales entre la clase dirigente y el pueblo al que representan.

Para un gobierno de derecha, conservador y/o tecnócrata, la bajada del desempleo que se produjo el pasado mes es el mejor dato desde comienzos de siglo, siendo el único mes de agosto de los últimos trece en bajar el número de parados, con un crecimiento del PIB del 4,1% y con una caída del desempleo de más de 340.000 personas. Para un gobierno progresista, el mes de agosto finalizó con una caída del paro en 31 personas. A ese mejor dato desde el año 2000, si escribiésemos el nombre y apellido de esos 31 afortunados, uno debajo del otro, ocuparía la mitad de espacio que este simple artículo de opinión. Dijo Felipe González hace unos años: "Para liderar el cambio es imprescindible hacerse cargo del estado de ánimo de los otros". Y el estado de ánimo de este país no es el de la situación anímica de los 31 que han encontrado trabajo, sino de los 4.698.783 que, además de soñar con un futuro no muy lejano en el que puedan ser contratados, se conformarían con que alguien, en el presente, les devolviesen la ilusión.

Publicado en Vanguardia de Sevilla 12 de septiembre de 2013

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