viernes, 20 de septiembre de 2013

Políticos, asesores, metodologías y estrategias para un cambio de imagen

Encuesta tras encuesta se constata que el número de ciudadanos que muestran desapego con la actividad de los políticos va en aumento. Los que comenzamos a pintar canas, o intentar disimular entradas, recordamos o hemos leído cómo la clase política (respaldada por un ampliosentimiento ciudadano) se convirtió en un referente social que, a mediados de los setenta, arrimaron el hombro y olvidando intereses partidistas consiguieron sacar a este país de una dictadura e iniciaron una transición democrática.

Tras una década de los ochenta ilusionante, con líderes de la talla de Felipe González, Carrillo, Manuel Fraga o Miquel Roca, llegamos a los noventa con un panorama político crispado por los casos Filesa, Roldán, Marey, Amedo y Domínguez, Paesa y las escuchas del Cesid entreotros, que hizo que en las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) diesen el alarmante dato de cerca de un 14% de ciudadanos que consideraban a los políticos como un lastre para el país, y uno de cada tres españoles, el 33%, afirmaban que la corrupción era una de las peores lacras que sufríamos.

Los datos de desapego entre la clase política y los ciudadanos mejoraron en los primeros años del nuevo siglo. Los valores eran tan residuales que desaparecieron de las encuestas el "fraude y la corrupción" como una de las preocupaciones de los ciudadanos. Esta tendencia se mantuvo hasta que en el 2006 saltó el escándalo Malaya y el saqueo a las arcas municipales de Marbella copó horas y horas de informativos e incluso programas del corazón.

Llevamos un tiempo que vivimos las elecciones con un deseo imperioso de "cambio". Cambio de caras, de tendencia, de políticas y de estructura de estado. Si los más melancólicos recuerdan el papel de la figura del Rey durante la transición como el principal valedor de la actual democracia, la imagen del monarca en la actualidad es la del cabecilla de una Casa Real más interesada en que el juez Torres no llegue a juzgar a su hija y su yerno en vez de llamar a los principales líderes políticos para que intenten llegar a una serie de acuerdos de estado que vuelvan a hacerlos creíbles.

El año pasado, uno de cada cuatro españoles, el 26.9%, veían a la clase política como un "problema" para España. En el segundo trimestre del 2013, y gracias a casos como el de Bárcenas, Urdangarín y Oriol Pujol, consiguieron que el 44,5% de los ciudadanos vean a la corrupción como el principal problema que tenemos en la actualidad. Cambiar la impresión que los españoles pueden tener de sus dirigentes, aún siendo difícil, no es imposible. No hay fórmulas universales, ni reglas milagrosas. Planificar una campaña de comunicación política, además de intentar optimizar el uso de los recursos humanos, técnicos y económicos, tiene mucho de estrategia, para lo cual ha de existir un cronograma y saber responder a una serie de cuestiones: ¿Qué perseguimos? ¿Con qué armas contamos? ¿Cuáles son las opciones?

El objetivo no ha de ser algo que nos exceda, sino lo máximo que podamos alcanzar si se cumplen todas nuestras previsiones. Cualquier plan estratégico, ya sea institucional u orgánico, tiene que tener una temporalidad delimitada, arrancando de un análisis de campo:

- ¿Qué queremos hacer? Para responder a esto es necesario un plan de comunicación.- ¿Qué queremos decir? Para lo que hay que elaborar una guía de discursos.- ¿Cómo damos respuesta a los problemas diarios? A través de los argumentarios.

El equipo que rodea a un dirigente político no ha de limitarse a subir una foto del/la jefe/a de turno a su Facebook o su Twitter con el comentario "El presidente/ministro/consejero/alcalde/concejal hablando de la actualidad política". Un equipo eficiente ha de elaborar una guía clara con puntos básicos donde se decidan los mensajes a trasmitir en función del auditorio. El proceso es bien sencillo; el mensaje ha de ser construido por los asesores, aprendido y asumido por el político y finalmente compartido con la audiencia. Las estrategias y los mensajes se crean y construyen en equipo, pero se han de trasmitir por personas cuyos actos han de hacerlos creíbles.

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