viernes, 8 de febrero de 2013

El miedo escénico de Arenas


Los motivos que se han dado para justificar la ausencia del líder del PP andaluz no son nuevos ni en el fondo ni en la forma. Si hablamos de la forma, solo hemos de recordar como apenas hace un año Cospedal se negó a debatir con Barreda en la carrera electoral por la presidencia de Castilla la Mancha. Sobra decir que el motivo era que la líder del PP se sabía ganadora a tenor de todas las encuestas.

Y ahora, si nos centramos en el fondo, solo hemos de recordar el debate de González y Arenas en 1993. Los cocineros y encargados de dejarlo, o intentarlo, atado y bien atado fueron Txiqui Benegas por el PSOE y Javier Arenas por el PP. Ya ese año Arenas puso como condición que no se celebrase en TVE1 al cuestionar la imparcialidad de los profesionales del ente público.


La cultura de los debates políticos en nuestro país cumplen este año la mayoría de edad. Fue en el 93 cuando los españoles pudimos ver el primer cara a cara entre los líderes de los principales partidos políticos. Como si fuese un partido de copa del rey hubo partido de ida y de vuelta (antena3 y Telecinco). Ese año electoral, el entonces presidente, Felipe González no pasaba por el mejor momento de popularidad y Aznar, conocedor de ello, accedió a debatir.

El gran error del PP fue no contar con todo lo que hay detrás de un debate. En un debate no está todo atado y bien atado, siempre hay un margen para lo imprevisto. Numerosas investigaciones no aportan conclusiones definitivas sobre la influencia en los espectadores, pero es evidente que los debates influyen en los indecisos, atrayéndoles hacia el candidato más carismático.

Todos los expertos en comunicación coinciden en que aquel debate se ganó en la segunda vuelta, en el de Telecinco. Aznar preparó los dos debates como un todo en uno. Aprovechó para centrar el primero, el de Antena3, en incidir en los casos de corrupción que por aquel entonces tenía el PSOE y todos los medios le dieron por ganador de dicho enfrentamiento. Crecidos los populares quisieron seguir con su guión preestablecido y el segundo asalto quisieron llevar un tono más institucional y pausado y centrarse en su programa de gestión de cara a los próximos cuatro años de gobierno.

Coloquialmente se conoce como vender la piel del oso antes de cazarlo, y así fue. Llegó el día del segundo cara a cara, y llegó el momento en el que Aznar intentó presumir de programa electoral y, enseñándolo a los espectadores, comenzó a hablar de las bondades que dentro del mismo se recogían para el bien de los ciudadanos. Justo en ese momento González sonrió y sabía que el debate ya lo había ganado para los socialistas.

Hasta ese instante, la mayor parte del segundo debate se había dedicado a la economía, que era la parte fuerte de Aznar, pero González aprovechó para darle un giro, con la excusa de la presentación del programa de los populares, y se llevó el debate hacia temas sociales recordando como el PP votó en contra de la ley del divorcio, en contra de la ley de despenalizan del aborto, en contra toda la reforma educativa así como de la ley de pensiones y contra la ley orgánica de la libertad sindical entre otras.

El PP estaba tan seguro de que ganarían las elecciones, más aún tras el primer cara a cara con González que tenían un programa poco elaborado. No decían nada de cobertura de desempleo (como si ni hubiese parados en España, justo cuando hasta ese momento era la peor crisis que sufríamos a excepción de la actual). Es entonces cuando González le pide que abra el programa por las páginas donde se hable de lo que pensaban hacer los populares en materia de cobertura a los desempleados. ¡Touché! No había ni una sola linea al respecto, Aznar quedó tocado y no levantó cabeza durante el resto del cara a cara con el líder socialista.

La pérdida de ese debate supuso un cambio de tendencia en las encuestas que hasta ese momento daban empate o victoria, por la mínima a los populares. El resultado final fue que el PSOE terminaría ganando las elecciones por con una diferencia de un millón de votos lo que supuso una mejora de 4 puntos porcentuales con la mayoría de los sondeos conocidos hasta ese momento.

Arenas sabe que esta es su última oportunidad para presidir la Junta de Andalucía. Es el político que cosecha más derrotas electorales en unos comicios autonómicos, y nacionales. No le quedan más balas en la recámara y es ahora o nunca. Lleva una campaña en la que se sabe ganador, de ahí su perfil moderado y bajo de todas sus intervenciones. Pero hasta el rabo todo es toro. La pasada semana se conocieron sondeos en distintos medios de comunicación donde las diferencias, que han llegado a ser de hasta 14 puntos respecto al PSOE, se han reducido a apenas 8.

Que el PP andaluz va a ganar las elecciones no lo duda nadie, cosa bien distinta es si conseguirán gobernar. Eso lo sabe Arenas, él sabe que necesita de una mayoría absoluta para poder ser presidente, o en el peor de los casos que el partido de Rosa Diez consiga representación parlamentaria y junto con los populares consigan, al menos, 55 representantes.

Los populares han pasado de verse con una victoria aplastante, entorno a los 57-60 parlamentarios, a moverse en una horquilla de 53-55. Este, y solo este es el motivo por el que no se pueden permitir un traspiés en esta recta electoral que les pueda hacer perder un solo punto porcentual.

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